Capítulo 6 – Vigilancia Parental: El Dilema
Capítulo 6 de 12
Vigilancia Parental: El Dilema
No te imaginas la de padres que sin saber a qué me dedico (es decir, que ya venían con la inquietud de casa) comentan sus dudas sobre si instalar un “troyano parental” en los dispositivos de sus hijos. La verdad que esos programas que permiten vigilar la actividad de los menores en Internet suelen llamarse programas de monitorización, pero no difieren del malware, salvo en el hecho de que es un padre o una madre quienes están a los mandos del troyano. Supervisar a un hijo en Internet no es algo trivial. Interpretar con acierto lo que hace, escribe o visita requiere práctica y experiencia, sobre todo cuando existe un vínculo emocional tan grande. Una adolescente podría estar manteniendo una conversación elevada de tono con una amiga del instituto, que podría llevarnos a conclusiones erróneas con sus correspondientes consecuencias. Igualmente, haciendo un análisis relacional, podríamos descubrir numerosas visitas a web con contenido sexual que el menor no tenía intención de visitar. Cuidado con la interpretación de los datos.
Independientemente de lo complejo que es el asunto, la vigilancia parental es una opción a disposición de todos los padres que se vean capaces de gestionarlo adecuadamente. De lo que se trata es de educar y supervisar un uso adecuado de Internet, no de utilizar la informática para espiar la vida entera de los hijos. Interferir en la privacidad de forma invasiva y excesivamente autoritaria provocaría efectos no deseados con toda seguridad. La imposición frontal sólo ocasionaría, entre otras cosas, enfrentamientos, extensión del engaño, desconfianza, alejamiento y tensión. Todo en exceso es malo, tal como se aprecia en el caso de unos padres obsesionados por controlar cada movimiento de su hija, Aubrey Ireland, que tuvo que denunciar a sus padres por intromisión excesiva.
El software de monitorización o control parental (el segundo es más un filtro no invasivo), es un recurso fantástico, pero, como digo, requiere muchísima sensatez. Bien configurados, la verdad es que hay algunos que son bastante eficaces, pero si vas a controlar a tus hijos a sus espaldas, hazlo bien, ya que si saben que son monitorizados, encontrarán la manera de evitar que leas sus conversaciones (bastaría con buscar en Google algunas alternativas viables). Hay que procurar siempre esconder cualquier reacción. De repente a algunos padres les va a parecer que su hijo/a es un mentiroso/a o que lleva una vida muy diferente a lo que pensaban (dependerá de la edad, claro está). Lo cual indicaría que puede que existan otros problemas a nivel comunicativo en la familia. Ahí, como comprenderás, no pienso meterme; pero ya llevo unas cuantas líneas de más intentando dejar claro que monitorizar a un menor puede resultar desagradable para sus padres y madres.
Atendiendo a lo que llevo diciendo a lo largo del libro, tienen que preocuparte varias cosas. Al principio, puede resultar abrumador tener que repasar tanta información. Ten en cuenta que tus hijos pasan conectados mucho tiempo y habrá bastante información que procesar o analizar. Conversaciones, visitas, e-mails, horarios, etc. Para no volverte loc@, estos programas incorporan útiles funciones que te permitirán configurar alertas (vía mail o SMS) en base a tus criterios, por si no quieres leer absolutamente todo. Si nunca antes habías oído hablar de estos programas, he de decirte que son muy fáciles de usar. Suelen instalarse de forma muy discreta (los de monitorización, porque los de control parental son bastante evidentes) casi bastando con que especifiques un nombre de usuario, una contraseña y la cuenta de correo electrónico en la que quieres recibir los informes o alertas. No mucho más. Por cierto, no te olvides que, aparte de tus hijos, puede que haya otros usuarios del ordenador que tenga instalado el software de monitorización, que sean mayores de edad o que no sean tus hijos. En ese caso, tienes que andarte con mucho ojo y cumplir escrupulosamente con la legislación vigente (sin olvidar que en lo que concierne al ciberespacio, las leyes cambian constantemente y, además, difieren bastante de un país a otro).
El dilema en este asunto está servido, tanto legal como moralmente. Sin embargo, lo que es indiscutible es la capacidad de reacción que puede proporcionarnos un sistema de vigilancia parental. Te voy a contar un caso que es muy gráfico. La hija de un padre inconsciente e irresponsable que conozco, sufre un trastorno alimenticio de cierta gravedad ¿Te imaginas lo que habrían pagado esos padres por coger a tiempo ese trastorno, digamos en sus orígenes, y corregirlo antes de sufrir consecuencias? Lo cierto es que si en lugar de coleccionar monedas en horas de trabajo en su despacho de la multinacional, ese padre, se hubiera dedicado a la educación digital, tanto propia como de su familia, es muy posible que se hubiera ahorrado más de un disgusto. Lo más probable es que, mientras el jugase al golf, también en horas de trabajo, la niña estuviera visitando páginas sobre cómo ocultar sus obsesiones o sus autolesiones, al tiempo que fomentaba y reforzaba su conducta chateando con otras personas con su mismo problema psicológico. Un simple programa de monitorización instalado convenientemente, podría haber alertado a estos padres sobre la exposición directa a contenidos contraproducentes para la salud mental de su hija, una gran ayuda, sin duda, para su educación. Aquí se aprecia bien cómo no es fácil discernir entre el uso de este tipo de software para la educación familiar sobre el uso de Internet y el uso de los programas de monitorización para un seguimiento de las actividades de nuestros hijos, tanto en el ciberespacio como en la dimensión física. Como ves, ya no se pueden separar ambas dimensiones (digital y física) y todo parece indicar que formarse para acompañar a nuestros hijos en el ciberespacio es ya un asunto urgente.
Puedo imaginar que echas de menos más referencias a herramientas concretas para empezar a educar a tus hijos. La verdad que podría hacer otro libro sólo con herramientas, pero su utilidad estaría limitada por el tiempo. Ten en cuenta que mientras lees esto, hay ingenieros fusionando hardware, combinando software y desarrollando nuevos programas, por lo que en poco tiempo, un libro enfocado a la descripción de unas cuantas herramientas quedaría obsoleto en cuestión de uno o dos años. Por consiguiente, vuelvo a invitarte, mejor, a que visites el blog de este libro en www.ciberseguridadfamiliar.com, donde se irán incluyendo interesantes y actualizados posts o entradas con consejos, herramientas, análisis, comentarios, referencias, etc.
De todas maneras, sí hablaré someramente de Flexispy, un software que se viene utilizando principalmente para confirmar sospechas de infidelidad, porque quiero resaltar la importancia de tener en cuenta el marco legal a la hora de instalar determinados programas en los dispositivos de nuestros familiares. Como sabes, todo lo que estás leyendo en este libro es de aplicación directa a los dispositivos móviles. De hecho, la decisión de eliminar el anexo de prácticas para dedicar un capítulo exclusivamente a teléfonos y tablets es precisamente para enfatizar con más eficacia que estos pequeños y cómodos aparatitos son también susceptibles de sufrir los mismos ataques que los ordenadores. La explicación es obvia, pero te la doy. El número de personas que lleva en su bolsillo un smartphone es mayor cada día, compensando mucho más desarrollar malware para móviles. Así que, como puedes ver, también existe la posibilidad de instalar un “troyano” en el móvil de tus hijos para monitorizar sus actividades y los lugares que visitan, tanto digital como físicamente, ya que puedes localizar a través del GPS su ubicación en todo momento (siempre que lleven encima el teléfono). De hecho, vista la tendencia actual de los teleoperadores de ofertar tarifas específicas para menores (suelen ser sólo de datos), está claro que el consumo de smartphones para el uso y disfrute de menores es ya muy elevado. Como padres, tenemos una tarea complicada. Educar a nuestros hijos a través de la vigilancia es difícil, especialmente si no se comprenden las tecnologías. Siempre he sido más partidario de reforzar una comunicación fluida entre padres e hijos, pero vista la influencia que Internet ejerce sobre sus usuarios, ya sean adultos o menores, parece que tendremos que utilizar una estrategia combinada, empezando por comprender el medio, sus riesgos tácitos y las distintas formas que existen para interactuar con él. En realidad, si un padre dispusiera de los conocimientos técnicos adecuados, no necesitaría ningún software de monitorización, porque sabría dónde mirar para localizar indicios sobre el buen o mal uso que sus hijos hacen de Internet. No obstante, vista la situación de desconocimiento global, es mejor dedicar un tiempo a investigar sobre qué medios pone el mercado a nuestra disposición para ayudarnos a educar a nuestros hijos mediante vigilancia discreta (donde y cuando la legislación lo permita), de forma sencilla. De hecho, algunas suites de seguridad como las comentadas anteriormente, ya incorporan funcionalidades para controlar el uso que se hace de Internet.
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Eduardo Orenes
Autor de «CiberSeguridad Familiar: Cyberbullying, Hacking y otros Peligros en Internet»
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«Hoy es Mañana…»
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