Capítulo 11 – Una Historia Realmente Escalofriante
Capítulo 11 de 12
Una Historia Realmente Escalofriante
En 1999, comienza una historia en España, concretamente en Murcia, que podía igualmente haber sucedido en Miami, Florida. En esa época ya empezaba a ser frecuente el uso de Internet, aunque la verdad, esta historia no tiene nada que ver con tecnología ¿O sí? Al final me dices.
Eran las cinco de la mañana cuando Elia paró el sonido del zumbido estridente de su despertador. En julio suele hacer calor en ambas ciudades (más en Murcia), durmiendo siempre desnuda en esa época; bueno, en realidad, Elia dormía desnuda cualquier día del año. Siempre contaba que para ella era incomodísimo dormir con ropa, ni siquiera interior, y como vivía sola en su chalet de Altorreal, no tenía problemas.
El motivo de levantarse tan temprano era porque tenía un avión que coger para disfrutar sus merecidas vacaciones antes de empezar la universidad. De un salto, se puso en pie y se metió directa en la ducha para empezar a hacer la maleta con la toalla aún en la cabeza (más que nada para no mojar el pasaporte, porque con ese calor casi era mejor no secarse). La verdad que conociéndola, lo habitual habría sido que la hiciera un par de días antes, pero esta vez habían decidido improvisar durante todo el viaje, incluyendo el destino. Se había integrado al grupo una chica búlgara, Marina, que había venido a Murcia acompañando a su padre en un viaje de negocios. Marina convenció al resto de que en vacaciones no se puede planear nada, sino que hay que dejar fluir los acontecimientos. Como todas eran chicas de elevado poder adquisitivo, pensaron que podría ser una interesante forma de viajar, así que habían quedado en el aeropuerto a las siete de la mañana para pensar el lugar o lugares en los que pasarían dos de los meses más intensos de su vida.
Aunque ya existían los teléfonos móviles, ninguna de las chicas pensó en llevarlo, porque creyeron que en el extranjero no funcionarían (excepto Marina), además, estas iban a ser unas vacaciones totales. Por lo tanto, Elia grabó en su contestador un mensaje que decía:
“—Hola, este es el contestador de Elia Donaire Alegría; ahora mismo no estoy en casa y mañana tampoco porque estaré de viaje hasta el quince de septiembre… Si ibas a venir a la pisci, tendrás que esperar al próximo verano… ¡Ah! Deja el mensaje después de la señal, gracias.”
Todo iba según el plan porque no había plan. Así, ¿cómo podía salir algo mal? Al llegar al aeropuerto, ahí estaban todas: Marina, Ana, Lidia, Alicia, Marta, Esperanza, Noelia, Teresa y Elia. Jóvenes (ninguna mayor de edad), guapas y listas para ir a cualquier parte del mundo. Casi todas llevaban efectivo en grandes cantidades, varias tarjetas de crédito y maletas de más. Lo lógico hubiera sido pensar que irían ligeras de peso, pero al no saber dónde iban, había que meter crema solar por si hacía mucho sol y algún abrigo por si refrescaba por la noche; o tacones, botas y varios pares de chanclas; por no hablar de todo tipo de cosméticos. Marina, en cambio, que contaba con bastante más experiencia, pensó en llevar sólo una maleta de mano porque tenía pensado comprar lo que necesitara al llegar al destino.
“—¿Dónde vamos chicas? —preguntó Teresa.” A lo que Noelia respondió también preguntando: “—¿Por qué no hacemos dos grupos, unas van a un país, otras a otro y luego nos juntamos en medio? Podríamos servir de guías las unas a las otras y luego cruzamos los destinos.”
“—¡Eso suena genial! —exclamó Lidia—. Mientras no nos quedemos solas, por mi estupendo.”
“—¡Perfecto! Me he pasado toda la noche planeándolo —dijo Noelia, sacando nueve dados y una lista de países numerados; explicando que había que lanzar los nueve dados cuatro veces y sumar el total para ver qué país salía.”
Era necesario repetir esa operación tantas veces como países había que decidir y fueron tres los elegidos. Dos de destino y uno de reunión. Como destinos finales salieron Brasil y Tailandia y como punto de reunión Venezuela, fijando como fecha para estar en Isla Margarita el 15 de agosto en el hotel Bellavista. Comenzaron a mirar los vuelos previstos para esos países y se dispusieron a decidir quién iba con quién. Hechos los grupos y elegidas ciudades, se dirigieron por separado a sus correspondientes puertas de embarque.
Marina, Ana, Lidia y Alicia fueron a Río de Janeiro y Marta, Esperanza, Noelia, Teresa y Elia a Bangkok. Todas pasaron una estancia inolvidable en sus respectivos países y tras semanas de diversión desenfrenada se reunieron en Isla Margarita. La verdad es que habían conocido a muchísima gente en ese tiempo. Sobre todo en Brasil. Especialmente Lidia, que pasó la mitad de su viaje en casa de Paolo, un italiano que había ido a Brasil de vacaciones con sus amigos, quien nada más ver a Lidia cambió sus planes para acompañarla, teniendo prevista su llegada a Venezuela el día 20, que era el día en el que las chicas habían decidido salir rumbo a sus destinos finales.
Llegado el día 20, Lidia dijo al resto de las chicas que iría a Tailandia por su cuenta con Paolo, pues habían decidido quedarse en Isla Margarita un par de días más porque Paolo estaba un poco cansado. Como las chicas se habían acostumbrado a la ausencia de Lidia, no les importó en absoluto y quedaron en que estarían en el hotel en que Marina y las otras descansaban de bailar, durante toda la noche, las canciones de Márcia Freire.
Ambos grupos estaban disfrutando de lo lindo lo que les quedaba de vacaciones. La última noche que salieron a divertirse, Marta había bebido demasiado y Esperanza la acompañó al hotel. Nada grave. Quedando Noelia, Teresa y Elia en la pista de baile rodeadas de brasileños. Pasaron el resto de la noche bebiendo caipiriñas hasta arriba de cachaza (Elia prefería la caipiroska, porque era aficionada al vodka) y bailando. Tanto alcohol hizo que las chicas, en un punto de la noche, se despreocuparan bastante, centrándose exclusivamente en la diversión. Noelia se había ido con un mulato guapísimo a un rincón de la discoteca. Teresa acabó en un coche con cuatro simpáticos chicos y Elia se quedó dormida con la cabeza sobre la barra y sin un real (la moneda de Brasil).
Mientras en Tailandia, diez horas por delante del horario de Río de Janeiro, las chicas se relajaban y preparaban la fiesta que tendrían en unas horas. Unos americanos con los que coincidieron en el 95 de Wireless Road, es decir, en la puerta de la embajada americana, las habían invitado a una fiesta en un lugar privado y decidieron que sería un buen plan. Al parecer, iba a ser una fiesta exclusiva para miembros de la embajada americana, argumentando estos amables y elegantes chicos que necesitarían sus pasaportes para solicitar invitaciones. Todas les entregaron sus pasaportes, salvo Marina, que lo había olvidado en su habitación y confiaba en que, con tales acompañantes, no sería difícil gestionar una invitación a última hora. Llegada la noche en Bangkok, las chicas pidieron en recepción un taxi para ir a la fiesta. Tuvieron bastantes problemas para entenderse con el taxista y tardaron más de lo previsto en presentarse en el lugar donde se celebraría el evento. De hecho, cuando llegaron no había ningún americano en el local y decidieron volver al hotel, con tal mala suerte, que el taxista ya se había ido, quedando tiradas en un lugar que desconocían por completo, vestidas de cocktail con sus correspondientes tacones.
Por otro lado, en Río de Janeiro, cuando Elia se despertó, no sabía ni dónde estaba. Eran las siete de la mañana. Hacía un día espléndido, sin embargo, no iba a ser un bueno. La resaca no le dejaba pensar con claridad mientras salía de la discoteca y fue directa a coger un taxi para ir al hotel. El taxista al verla tan despistada, pensó dar una buena vuelta para cobrar más por la carrera. Eso es bastante normal allí y siempre se recomienda cerrar un precio con el taxista antes de montarse. De camino al hotel, Elia le dijo que no tenía dinero y que al llegar al hotel subiría a la habitación a coger su monedero y le pagaría. El taxista comenzó a chillar y le preguntó que por qué subía a un taxi sin dinero y que iba a parar para dejarla en ese mismo momento. Elia no sabía qué hacer. Estaba confusa, mareada y asustada. “—¡Le pagaré el doble! —dijo Elia.” A lo que el taxista accedió a cambio de que le dejara su pasaporte mientras subía a la habitación del hotel. Cuando Elia llegó a la habitación, no había nadie. Como Marta y Esperanza habían vuelto temprano, supuso que habrían ido a la piscina o de compras. No le dio mucha importancia. Bajó al taxi a pagar y se encontró con que se había marchado. “—¡Mi pasaporte! —gritó.” Después de proferir varias blasfemias y autoinsultarse, subió llorando a su habitación para buscar el teléfono de la embajada española. Allí fue informada de que en Río de Janeiro lo que hay es un consulado, donde podría tramitar la denuncia y las gestiones para renovar su documentación robada. Eran ya las tres de la tarde y entre el sueño y el cabreo, Elia no se había dado cuenta de que estaba sola en su habitación. Intentó ir al consulado, pero estaba cerrado. Debía volver al día siguiente, que era justo cuando salía su vuelo de regreso a Madrid, donde habían quedado los dos grupos para pasar su última semana juntas. En Tailandia las cosas no iban mucho mejor. Salvo Marina, ninguna tenía su pasaporte consigo, y tenían que volver temprano porque su vuelo de regreso a España salía por la mañana ¿Estaría la embajada americana abierta para coger sus pasaportes a tiempo para llegar a su vuelo? Decidieron entrar en el primer bar que encontraron para llamar por teléfono. Siendo la hora que era y vestidas como iban, algunos de los hombres que se encontraban en el bar comenzaron a preguntarles cosas en tailandés al tiempo que se acercaban hacia ellas. Trataron de hablar con el camarero en inglés, pero no lograban hacerse entender. Una de las chicas, Alicia, empezó a llorar y el miedo empezó a extenderse entre el grupo al verse rodeadas de hombres bebidos que cada vez estaban más cerca, sin entender ni una sola palabra de lo que les decían. De repente Marina sacó un fajo de billetes y empezó a gritar “—¡Taxi, taxi, taxi! —Lo cual no mejoró las cosas, porque uno de los hombres sacó un cuchillo al tiempo que le arrancaba el dinero de la mano y empezó a gritar como un poseso.” Las chicas no sabían qué hacer; tiraron sus bolsos al suelo y corrieron hacia la puerta. Por suerte lograron salir del bar y meterse corriendo en un taxi, aunque con la adrenalina disparada, perdieron de vista a Alicia, de lo que no se dieron cuenta hasta que pasaron por lo menos cinco minutos. De hecho, Alicia no llegó a salir del bar. Se limitó a sentarse en el suelo, presa del pánico. Las chicas en el taxi, histéricas, empezaron a gritar y llorar y le pidieron al taxista que, por favor, volviera a por su amiga. El taxista no entendía nada y acudió a la policía. Cuando empezaron a explicarles a los policías lo que había pasado, éstos solicitaron sus pasaportes, que no tenían; ni siquiera Marina, porque lo dejó en el bolso que tiró al suelo del bar. La situación se iba complicando por momentos. No sabían indicarle a los policías dónde estaba el bar, porque lo tenían apuntado en una tarjeta que perdieron con la agitación (y el taxista ya se había esfumado). Su amiga estaba a merced de gente indeseable y ellas no eran capaces de ayudarla.
Cuando Elia llegó al hotel de regreso del consulado, se dio una ducha y cayó rendida en la cama. Al despertar eran las once de la noche y seguía sola en la habitación. El dolor de cabeza que había desaparecido durante el sueño, estaba volviendo con fuerza, pero, esta vez, sí que empezó a preocuparse por el paradero de sus amigas. Sin embargo, no sabía qué hacer. No había forma de localizarlas si ellas no llamaban al hotel. Intentó hacer memoria de lo que había pasado la noche anterior y empezó a sentir miedo. De repente se dio cuenta de que Teresa se había ido sola con cuatro hombres que no conocía de nada, en una ciudad en la que podía pasar cualquier cosa y optó por ir a la policía a denunciar la desaparición de sus amigas, llegando incluso a empezar a preocuparse por Lidia.
Paolo, con la excusa del cansancio convenció a Lidia para que pasaran unos días más en Isla Margarita. Lo que sería un fin de semana de relax, se convirtió en años de angustia para Lidia. Paolo, le dijo a Lidia que le habían surgido unos asuntos de negocios que debía atender urgentemente en Roma y le pidió a Lidia que llevara su maleta a Tailandia, donde en tres o cuatro días se reuniría con ella. Por supuesto Lidia aceptó de inmediato y salió para Bangkok. Al llegar, los perros del aeropuerto se pusieron como locos y la policía la detuvo. De hecho, cuando comprobaron que en la denuncia que Marina y Ana rellenaron angustiadas habían incluido el nombre de Lidia, la policía consideró que se trataba de un grupo de mulas que habían tenido problemas con alguna entrega, encerrándolas por no tener el pasaporte.
Elia, completamente destrozada llamó al hotel de Tailandia donde se alojaban sus amigas, pero nadie cogió el teléfono. Imaginó que estarían camino del aeropuerto. Después de intentar poner la denuncia por la desaparición de sus amigas, volvió lo más rápido que pudo al hotel y se puso a hacer la maleta entre llantos y desesperación. Decidió volver a España para reunirse con el otro grupo e intentar encontrar una solución, porque lo único que tenía era un billete de avión y el dinero justo para taxis, la factura del hotel, que asumió íntegramente por la ausencia de sus compañeras de viaje, y poco más. De hecho, salió del país sin pasaporte, gracias a un documento que redactó el consulado, porque el padre de Elia era íntimo amigo del agregado naval destinado en Brasilia. Al llegar a España nadie acudió al punto de reunión, el hotel NH Sur, elegido porque está junto a la estación de Atocha donde cogerían el tren de regreso a Murcia, para tener así cuatro horas en las que poder contarse los detalles del viaje en la cafetería del tren. En vista de que el otro grupo tampoco aparecía, Elia se fue a la estación de Atocha y regresó a Murcia. Cogió un taxi y se fue directa a casa. Llamó a todas, una por una, y ninguna había regresado a casa. Por fortuna, ella estaba a salvo, pero muy nerviosa porque no sabía lo que podía haberle pasado a sus amigas. De hecho empezó a sentirse culpable. Comenzó a lamentarse por haber bebido tanto. No paraba de pensar que, por su culpa, sus amigas se habían ido en plena noche con completos desconocidos. Por otro lado, no se explicaba por qué el otro grupo no daba señales de vida.
Como no podía calmarse, se tomó una pastilla de Myolastan y se acostó. Esta vez, con un pijama, porque se sentía desprotegida y frágil. Veinticuatro horas después, Elia se despertó, desorientada y confusa. Estaba empapada en su propia orina y completamente desnuda, a lo que no dio la menor importancia. Llevó las sábanas a la lavadora, derramó una botella de agua oxigenada en el colchón y se metió en la ducha, donde pasó cerca de una hora. Al salir y dirigirse a la cocina a poner en marcha la lavadora, se encontró con que la cocina no estaba como siempre. Aturdida todavía, pues llevaba más de 24 horas dormida, se puso a mirar el resto de la casa, pero no notó nada anormal, pensando que debía estar todavía muy afectada por lo que había pasado y comenzó a servirse un zumo de los bricks de la nevera.
Desgraciadamente, se dio cuenta de que la habían estado violando durante dos noches seguidas, cuando después de acostarse en pijama, volvió a despertarse, tras 18 horas, completamente desnuda y de nuevo con todo el colchón mojado; con la diferencia de que, esta vez, no había tomado Myolastan. Tardó en razonar todo, pero en el mismo momento en que pasó por su mente la más mínima sospecha, quedó tan asustada que fue directa al armario, cogió un chándal, unas zapatillas y se fue corriendo de la casa. Definitivamente, alguien había estado allí. No podía creerse tal racha de mala suerte. Lo que aún no sabía es que esa mañana fue, además, infectada. Por un lado, había adquirido el virus del SIDA. Por otro, estaba embarazada. Aunque todavía tardaría bastantes semanas en darse cuenta de ello y hasta hoy se pregunta por qué le tuvo que pasar a ella. Lo que está claro es que dio mucha información en el mensaje que dejó grabado en su contestador y cualquiera que hubiera llamado para comprobar si podía hacer su agosto, tenía información suficiente para haber introducido ketamina o ácido gamma-hidroxibutírico (GHB) en las bebidas de la nevera, obviando el aturdimiento al coincidir con la ingesta del Myolastan que Elia tomó antes de acostarse.
* * *
Si empezamos a mirar la historia con un enfoque más digital, es posible que sólo con un juego de criptografía ya pudiéramos saber cómo iban a terminar estas vacaciones: MALAMENTE. Malamente, es la palabra resultante de juntar la primera letra de cada uno de los nombres de las chicas (Marina, Ana, Lidia, Alicia, Marta, Esperanza, Noelia, Teresa y Elia). Siguiendo con el punto de vista informático, todo lo que ha pasado en esta historia podría tener su equivalente en Internet.
Despertarse desnuda después de haber dormido en pijama es un cambio que para muchos puede tener mucho significado y para otros ninguno. Cuando yo abro mi navegador y aparece una página de inicio distinta de la que tengo configurada por defecto o de repente tengo una barra de navegación adicional, es síntoma inequívoco de que algo ha tenido que pasar para que ahora en lugar de mi página habitual aparezca una web de viajes. Alguien ha tenido que hacerlo. Puede que incluso yo mismo sin ser consciente de ello. Seguro que alguna vez has instalado programas gratis en tu ordenador. Si no prestas atención, es posible que en la letra pequeña de abajo ponga que accedes a configurar como página de inicio la recomendada en ese software, en cuyo caso, tú eres quien está modificando la configuración por defecto de tu navegador, consciente o inconscientemente.
Hay bastantes usuarios que asumen que muchos de los cambios que suceden en su ordenador son absolutamente normales. Digamos que están acostumbrados a pagar el precio del desconocimiento tecnológico y llega un punto en el que no son capaces de distinguir cuándo un cambio es sospechoso o lógico, interpretando que los ordenadores hacen cosas raras. De todas maneras, nada es más cierto que la frase que una vez dijo un robot de cierta serie de dibujos animados: “Sólo puedo creer lo que estoy programado para creer.” En definitiva, un ordenador no hace nada que no se le ordene. Igual que una persona no se acuesta vestida y aparece desnuda después de dormir por un periodo superior a 24 horas. Algo ha tenido que pasar. Con respecto al informativo mensaje del contestador, podríamos establecer un paralelismo muy evidente con las redes sociales. Publicar en el muro de Facebook un mensaje así puede calificarse a día de hoy como bastante insensato. Lamentablemente, es muy frecuente que se proporcione información excesiva a través de esta vía como ya has visto en anteriores capítulos. Antiguamente el malhechor tenía que dedicar horas llamando con el listín telefónico en la mano, hasta que se encontraba un mensaje de contestador tan irresponsable como el de la historia (yo los he escuchado). Actualmente, gracias a los motores de búsqueda o a la programación para explotación de información de redes sociales, es muy sencillo y rápido obtener datos útiles.
Pero yendo al principio de la historia, vamos a ver qué otros paralelismos pueden establecerse. La historia parte de un principio nada recomendable en cuestiones de seguridad, la improvisación. Si recuerdas, Marina, la chica búlgara, recomendó que no se hicieran planes. De hecho en el aeropuerto es donde deciden dos aspectos determinantes, por un lado los destinos y por otro la división del grupo. Aventurarse a ir a un país sin haber tomado la precaución siquiera de leer las recomendaciones básicas del Ministerio de Exteriores y Cooperación me parece un poco arriesgado, con respecto a la salud, para empezar (fiebre amarilla). Y ya si nos fijamos en aspectos de seguridad física, las chicas fueron sin tener un mapa de zonas no recomendables.
Navegar en Internet sin cautela es exactamente igual de imprudente que lo descrito en el párrafo precedente. Ir sin vacunar, o sea, sin un antivirus eficaz, a determinadas páginas web es sinónimo de infección instantánea (en realidad si la página maliciosa que visitas desde España está en Rusia, tu ordenador tardaría aproximadamente 0,0138 segundos en comenzar a negociar la conexión para la descarga en segundo plano, o sea sin que te des cuenta, de software malicioso). Por eso es necesario aprender a navegar de forma segura e implementar medidas de protección adicional (por el dinamismo y gran capacidad de adaptación del crimen digital).
Después en la historia se menciona a Paolo. Alguien totalmente desconocido que pasa a formar parte de la vida de Lidia en cuestión de días ¿Acaso Lidia hubiera accedido a entrar en casa de Paolo si hubiera conocido sus negocios? Por muchos buenos momentos que hubieran pasado juntos en Brasil, no lo conocía el tiempo suficiente como para llevar su maleta de un país a otro sin inspeccionarla concienzudamente; pero el grado de confianza era alto por el tipo de relación que mantenían, no por su duración. En el mundo digital hay varias maneras de enfocar este suceso. Por un lado, podríamos interpretar que un pedófilo se hiciera pasar por quien no es, para establecer un vínculo de confianza que luego explotaría en su beneficio. A través de las redes sociales sería fácil convertirse en un Paolo con intenciones sexuales. Su víctima no tendría forma de comprobar la veracidad de las historias de Paolo, a no ser que transcurriera un tiempo razonable en el que ciertos indicios pudieran inducir a sospechar. Pero no todo el mundo tiene intenciones sexuales en Internet. También podría darse el caso en el que Paolo quisiera simular una amistad con otros fines muy diversos, como por ejemplo, disfrutar de una red de distribución a través de sus “novias”
¿Demasiado exagerado o fantástico? Pues es así precisamente como funciona en determinados niveles de distribución de droga, e Internet lo facilita enormemente. Aunque pongo estos ejemplos porque es más fácil percibir la estrecha y directa relación entre el mundo digital y el físico. De hecho, lo que trato de poner de manifiesto es la interdependencia de ambas dimensiones. Lo que sucede en una, afecta a la otra. Tal como ocurrió en la historia, las chicas no temen en ningún momento por Lidia cuando se queda sola con Paolo en un hotel de lujo en Venezuela, porque nada sugiere que pudiera pasar algo malo. Hoy es frecuente quedar con cualquiera que se conoce en las redes sociales. En unos países con mayor alegría que en otros, pero es sin duda frecuente. Esa frecuencia ha provocado que la gran mayoría de usuarios jóvenes de las redes sociales asuman el medio electrónico como una forma más de comenzar relaciones sociales con desconocidos, pero si ya en el mundo físico cuesta conocer realmente a las personas, imagínate en el mundo digital donde puedes crear perfiles de acuerdo a tus intenciones. También, aunque más específico de otros sectores empresariales o gubernamentales, resulta muy fácil acceder al ordenador de un alto ejecutivo a través de su familia. Basta con un estudio meticuloso de sus redes sociales para esparcir un troyano en su entorno familiar, siendo cuestión de días, horas o minutos el llegar al objetivo final: la información privilegiada de su ordenador, tablet o móvil. He visto ordenadores de individuos de muy alto nivel infectados por sus hijos, así que no hablo de suposiciones, sino de hechos. La amistad ahora puede comenzar en cualquier dimensión y mantenerse por varias vías. Las consecuencias dependerán de cómo protejas tu información y la forma de interactuar con las distintas personas con las que estableces vínculos de confianza. En realidad, Paolo no era más que un perfil falso de Badoo o Facebook, que indujo a Lidia a traficar con drogas involuntariamente. El riesgo es fácilmente comprensible en la historia, pero difícilmente apreciable delante de un ordenador.
Continuando con riesgos, me parece alocado y arriesgadísimo entregar mi pasaporte a unos completos y absolutos desconocidos en la puerta de la embajada americana, por muy guapos y americanos que parezcan. Esos habilidosos chicos fueron capaces de convencer a las chicas, con su apariencia y ayudados del entorno (la embajada), de que les facilitaran su valiosa documentación. Es un ejemplo físico de phishing. El phishing, precisamente, trata de que sus víctimas faciliten datos personales o privados, generalmente bancarios, para vaciar sus cuentas. En este caso concreto los chicos vendieron sus pasaportes por 600$ cada uno. En el mundo digital podría traducirse en todos tus ahorros, más las molestias consecuentes. Lo que en este timo aparece como elegantes trajes situados en la puerta de la embajada, en tu ordenador se correspondería con una copia exacta de la web de tu banco (entorno electrónico coherente). Otra versión del timo equivale a la situación vivida en el bar, pudiendo interpretarse como una navegación por páginas infectadas (nada recomendables, como ese antro) de malware que logran infectar a las visitantes para obtener sus datos bancarios y limpiar sus cuentas (en el caso de las chicas, sus bolsos).
Otro paralelismo que puede establecerse podría ser el del alcohol. Proporciona momentos de júbilo y alegría, pero algunas de sus consecuencias pueden llegar a ser lamentables. En Brasil, Marta, Esperanza, Teresa, Noelia y Elia bebieron en su última noche sin prever las consecuencias. En Internet, hay muchos recursos gratis que pueden hacernos pasar un buen rato o emborracharnos con multitud de posibilidades de ocio y diversión, pero eso suele tener un precio oculto. Podemos acabar navegando en lugares peligrosos, como Marta y Esperanza que se metieron en un taxi borrachas perdidas, o como Noelia y Teresa que abandonaron la discoteca en compañía de desconocidos, no volviéndose a saber nada de ellas. El último juego de moda (pirateado), un programa carísimo y de mucha utilidad (crackeado) o recursos de ocio ilimitado sin coste (películas, música, etc.) pueden suponer consecuencias no deseadas para nuestros equipos (ordenadores, tablets o móviles) y la información privada que contienen. Hay que saber el precio de nuestras acciones en la red.
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Eduardo Orenes
Autor de «CiberSeguridad Familiar: Cyberbullying, Hacking y otros Peligros en Internet»
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«Hoy es Mañana…»
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